Juan, acércate hacia el fogón- grita el Eduardo- el más viejo de la tertulia. Estábamos allí en la chimeneada de barro, ya desgastada por el uso de tantos inviernos. Nos ordenamos en el ruedo, como aprendimos en la esuela. Nos agrupamos, como formando una hichona, al tanto de mi abuela que decia- la mitad de una cosa redonda-. afuera, una noche tórrida. Nos sentíamos refugiado por la galería , ella nos protegía del diluvio que cercaba la casona. desde la cocina nos enviaban ese agradable olor a sopaipilla. Empezaron las historia contadas por Eduardo, el sabelotodo, nosotros los mas pequeños escuchábamos y nos remontábamos a nuestros ensueños, (siempre me ensoñas haba como actor de los personajes que aparecían en los relatos).cuidando a cada uno de nosotros y a la fogata está Juan, viejo inquilino del abuelo, hombre tosco, de pelo tieso y canoso en las patillas, de pocas palabras, con un vozarrón casi destemplado. Como perro fiel, cuidando a los "patroncitos" como nos decía.
Eduardo, siempre bravucón. Me pide que traiga la escopeta que estaba colgada en el perchero de la sala. Me levanto, todavía no sé porque lo hice, si siempre se me dijo, que nunca tomara un arma, porque las “carga el diablo”.
Camino hasta donde esta Eduardo. Y se la entrego.
La vieja escopeta, gastada en su culata de madera, de tantas aventuras del abuelo. (Siempre se nos contó, que con esta arma, mato al león y su piel todavía adorna la pisadera de la abuela).
Eduardo, levanto como una pluma, la acerca a su pómulo derecho, mira sobre el doble cañon, apuntando sus pupilas, a dar una ojeada, y, empezó a jugar con cada uno de nosotros. Hizo puntería. Una vez que a uno lo tenía en su mira, vociferaba con su voz aguda de canario desentonado. Retumbaba en el aire -pum- pum- , y, luego, se escuchaba su histriónica risa de imberbe.
Sentí miedo cuando deposito su fría mirada por el visor agudo de la escopeta y sentí como palpitaba mi corazón, cuando mire los dos cañones paralelos oscuro y negro, eran como dos tuneles oscuro y lobregos.
Cerre los ojos, se paralizo mi cuerpo. Tuve un presentimiento.
Muy cerca de mi. Retumba en mi oidos -pum-pum- distinto a las otras veces.
Abro los ojos y me encuentro con mi cuerpo baldeado de sangre .Mi cara, algo le pasa, coloco mis manos sobre ella y las retiro llenas de sangre.
Miro a mi alrededor y observo en cada una de sus caras, rostros atónitos, desencajados, y, ritus marcando el asombro y la consternación.
Sobre el piso, yace Juan.