La desesperanza del humus erecto
Autor: Epojé
Son las tres de la tarde.
Estoy frente al ventanal, observo la cortina rasgada por el uso, pienso cuando dedicare el tiempo para cambiarla.
Siento nostalgia en este domingo, lejos son los días que a esta hora siempre estaba con mi compañera paseando por la playa al borde del mar, en Viña.
Al parecer por mi aspecto de mi rictus facial, que es bastante tiempo que la soledad me deprime. Al reflexionar, siempre me justifico, creo que no tuve la culpa de tan triste desenlace.
Utilizando la física del colegio, hago girar mi sillón, lo dejo girado mirando hacia la puerta de entrada del departamento.
Sentí pasos con caminar muy taconeado de alguien con carácter y decidido, los ruidos en el pasillo me apura el latido del corazón, me digo, que extraño si a esta hora no es común, que alguien transite dentro de la comunidad.
Ansioso, recostado en mi asiento adormecedor, moviendo mi mano rítmicamente, ya convertido en un tic, desgasto con el sudor de mi piel, el brazo del sillón, un vago recuerdo cuando nuevo que era de un verde, desde hace un tiempo hasta este día es casi negro por el constante frotar..
Mi cuerpo tiembla, se sobrecoge por la incertidumbre, mi estómago se contrae, se paraliza mi respiración, por aquella espera de que algo sucediera después de aquella fatídica fecha del desenlace de la tragedia, cuando ella se fue.
Mis ojos con la fuerza de observar la puerta, llora lágrimas con adrenalina, pero ese reflejo de la luz casi tinieblas, veo la sombra de algo reconocible como experiencia cotidiana, veo caer bajo el dintel, un sobre de color fucsia.
Mis ojos cansados observa, mi cerebro razona, detecto dolor de mi cabeza por la actividad de generar pensamiento, y la duda es la expresión del rictus de mí cara.
Me levanto sin prisa imitando el movimiento de una cobra, el desplazamiento me lleva al límite de la puerta, con suma delicadeza contorsiono mi espalda, realizando una curvatura propia de un ejecutante de ballet. Mi mano levanta la carta, esta dirigida a mí, y sin remitente.
Vuelvo a mi sillón, que cobija mi cuerpo de autista vegetal intolerante de la convivencia social.
Dejo caer el esqueleto, con cerca de 130 kilos de carne fofa, alejado del ejercicio físico.
Abro la carta.
Saco desde el, un papel muy fino, parece hoja de Biblia.
Coloco mis lentes para poder leer esas minúsculas letras garabateadas.
Mi colón se estremece, vuelve mi angustia, la acidez quema mi garganta.
Leo nuevamente, pero ahora en voz alta, como si estuviera leyendo a un auditorio, y gesticulo para que me escuchen.
¿Me pregunto?,
y vacilo en el pensamiento como lobo estepario, que estúpido lo que hago, me respondo con ira, ya hace bastante tiempo qué estoy sólo.
Sale el vozarrón con voz temblorosa.
¡Me escucho¡
A las doce de este domingo.
Leo con sangre en mis ojos.
¡Morirás, ¡ y podré vengar la atrocidad, que cometiste ese día, recuerda que ella desaparece. Releo la firma. No recuerdo ese nombre. Carlos. Ya descifrare quien es.
Miro la hora ya son las 11,55 horas quedan solamente cinco minutos, eterno en la espera, corto en la lectura de mis recuerdos, anonadado por lo inusual del mensaje, abrupto en mi desconcentración, palidez sudorosa por tan inesperado y triste desenlace,
Mi mano sudorosa frota con fuerza el paño del brazo del sillón, siento dolor en mi mano, siento y veo la sangre que brota desde mi dañada mano por la fuerza.
Siento el timbre, ¿ya pasaron cinco minutos?
Veo la puerta abrirse muy lentamente, contra esa luz, veo un cuerpo humano, muy bien vestido de un traje verde con una corbata amarilla y una bufanda larga de un bello color rojo, trato de reconocer aquella figura delgado sin manifestar arrepentimiento, seguro de si mismo, y desde ese puño de su camisa alba, aparece como un apéndice, su mano, y desde ella, alcanzo sensibilizar una llamarada.
Algo quema mi piel, desgarra mi carne, siento que se quiebra mi estructura ósea, va lentamente como un tirabuzón perforando mi cuerpo, trato de pensar, mi conciencia me cuestiona, se rebela y trata de desprenderse de su cuerpo, parece que se aleja, pero esta allí, es ella o.. , pero la fuerza ya se me fue, mi ultimo pensamiento antes de callar.
¿Por que yo?